Las mañanas naranjas de los
despertares obtusos de mis ojos, se confundían con los cristales oculares de
sus fanales, intentaba conjurar un mal
de ojo que reglamentara el estrés y el calor que sentía así hubiera un frio allá
afuera, miraba a todo lugar intentando buscar inspiración pero lo cierto era
que terminaba como al principio, sin fundamento, sin mensaje, pero con un millón
de pensamientos embalsamados en las esmeraldas caídas de sus ojos, ¿de que
color son? A veces son verdes, a veces café claro, a veces
como el sol, perfección en su esplendor, como en un cosmos paralelo que
no visito hace mucho, recuerdo que en un nota de aire le dije -amo tus ojos…
-son tuyos, respondió, -yo vivo encantada con ellos, -yo vivo encantado con
usted completa, al terminar la frase, mi éter viajo hasta los centros blancos
mas iluminados de opacas bombillas flotantes, rojas, naranjas, y amarillas según
recuerdo. Mi falta de concentración, generaba un hacinamiento de ideas, una aglutinación
de masas pensantes, que querían pedirle
mil mañanas y unos cuantos despertares más, que tras tanta presión me harían
desearle en aumento matutino, mis visiones nauseabundas, un bálsamo puritano,
tu posición austera, me enalteció a invitarte a conquistar todas mis mentiras,
para escupirnos un montón de verdades, como los demonios y héroes mas incitantes,
trasladando los colores anteriores a un vapor húmedo de cannabis alevoso, pérfido
como solo tu cuerpo, pero es garbo tener la esperanza del usufructo de tu
entidad corporal.
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