Siento como si las pastillas que
tomo tuvieran muerte en polvo en el corazón, como si mi aliento fuera un
humeante pozo ulcerado, mis manos heladas como hielo, mis piernas tan frágiles
como palillos inmóviles, un dolor en los huesos que se esparcía como cáncer en
el tuétano, mis pies escarchados
intentando ser gemelos de mis manos, una garganta muerta, agonizante,
hambrienta, mi piel quemada por el frio, mi cerebro punzando con mil agujas,
los vientos de afuera generan estruendos que se inyectan en mis oídos creando
torbellinos de dolor, mis senos sofocados por la fiebre se derriten encima mío,
mi corazón cansado quiere dormir en la próxima cama que se le preste, mis ojos
halados por el calor se cerraron y caí del sofá, junto a las margaritas azules
que una tía cuidaba en un jarrón, mientras estuve en el piso millones de
mariposas me carcomían los órganos, limpiándome las costras y sacándome el
fulgor, unos tentáculos rosados me habían bañado los ojos, y camine por un
montón de huesos blandos hasta llegar al hospital, cuando llegue mi cama y mi
piel estaba teñida de azul, pero mi cara tenia un moretón al parecer hecho con
la meza de mi tía, por que tanto alboroto me pregunte, ese moretón se pasara
pronto, al acercarme mas no respondía, sentí mi piel fría, el calor había
desaparecido, estaba helada, como si fuera una criatura polar.
Mi corazón es como un rosal
quemado, intenta fluir con el viento pero las cenizas lo entorpecen, también he
arañado las entrañas de la tierra buscando las raíces que hagan fluir mi
sangre, pero fue donde recordé, mi corazón me lo advirtió, se iría a dormir
en la próxima cama que le prestaran, el hospital lo hizo y el muy desvergonzado
se fue del todo.