miércoles, 17 de febrero de 2016

Metrópoli (Laurel - Asfalto de linfa)

Tal como una deidad derretida marcada en la espalda con su vagabundez, se exhibía por encima de  las vitrinas la fealdad atropellada por su ruidosa imagen un montón de sebo, un reino de patrañas con torso simétrico,  que aplaudían los coros inversos del asco, una calma turbia, una  repugnancia  que todos admiraban, y  pensar que era lo que todos amaban, mientras   ella solo anhelaba  volar, pero la pobre ya se había quemado las alas, mantenía volando de esta realidad con un canuto  de cáncer revestida de papel, un humo que llamaba al caos,  mientras   otra entidad  sentada sobre la manta terrosa de la acera manipulaba sus artes, donde un clarinete hacia revolución, y la revolución se hacia cultura. Así eran estas dos, una demente ilusión de belleza, entre lo repelente y lo hermoso,  entre su desproporción moral, sus sangrientas manos, entre la vista  de miles de candorosos, de enamorados de este suelo, entre laurel y asfalto de linfa los recorridos se marcaban, y visibilice el monte perfecto que yacía entre ellas dos…

 Dos ciudades, dos paraísos malditos, y los unía una cuenca dulce adornada en tierra y saborizada con caña.