miércoles, 18 de marzo de 2015

“Babe I’m gonna leave you”


El pobre diablo despertó antes de la 8.00 am como ya era costumbre en su reloj biológico, busco en su mesa de noche la cajetilla que aún tenía un par de cigarrillos, encendió el primero peleando aún con la resaca, pateo las botellas vacías de vino, se masajeo la cabeza, cerró los ojos con fuerza e intento recordar que había pasado la noche anterior y aunque los recuerdos eran confusos logro recordar que jamás había salido de su cuarto. Entonces ¿Qué eran todas esas sensaciones? ¿Acaso un mal vino? ¿Acaso sí salió de su cuarto y no lograba recordar el momento en el cual lo hizo? Nada de eso, sus noches habían sido las mismas desde aquella noche donde se tropezó con una chica delgada, de esas sencillas, pero con mirada profunda, no era una modelo parisiana, pero si estaba seguro que era más bella que una, su sencillez, su ropa negra, sus labios rojos, su forma de caminar, el olor de su perfume, ella había llegado a ese lugar para él, nadie más había notado la presencia de esa dama, los que lograron verla pasaron por alto todos esos detalles que para él eran un deleite jamás visto, una pincelada de Dios en la tierra, una mujer tan increíble que le hacía creer que ninguna otra en su vida había tenido sentido alguno.

Lleno de valor otorgado por unos tragos le invito a ella uno, esperaba cualquier respuesta, pero jamás pensó en una positiva, acostumbrado ya al rechazó de la vida se sentía derrotado sin haber empezado. Ella, sonriendo en un tono burlesco solo dijo: “Lo que sea por un buen vino gratis”; él, atontado pidió dos copas y mientras ella bebía de su vaso no podía pasar por alto como combinaba cada tono de color con el que ella había pintado la noche, las luces del bar tenues le brindaban ese aire misterioso, el rojo del vino se mezclaba con el carmesí de sus labios, sus ojos oscuros tan absorbentes como la noche y la música incolora de fondo gritaba “Babe I’m gonna leave you”. Enmudecido por minutos que a su propia vista eran segundos, fue interrumpido su pensamiento cuando escucho su voz preguntando la razón de la invitación al vino, aclaraba que no era una chica fácil, que solo estaría esa noche en la ciudad, que su vida estaba en otra parte, que solo quería descansar de una semana agitada, que no pretendiera que por haber aceptado la invitación a sentarse aceptaría también una invitación a pasar la noche. Escuchando con sumo cuidado esas palabras él tipo medio en copas, medio en serio le dijo que con que estuviera cerca y siguiera hablando se daba por bien servido por tan grata compañía, que si no podía quedarse todas las noches que entonces no era importante pasar solo una, que era una desconocida que quería conocer, que era la estrella con más luz en esa noche oscura.
Ella rió le ofreció un cigarro, salieron ambos prendieron fuego y cuando lo vio desprevenido dejo la nicotina en sus labios, los cigarrillos terminaron por consumirse solos mientras ellos se consumían entre sí. Ignorando los dictámenes del reloj, la brisa de la noche y la cuenta del bar se perdieron en el beso más largo de sus vidas, mientras adentro Cooper gritaba a ritmo de los 80’s “Your lips are venenous poison”. Dando una última mordida a sus labios, ella busco sus ojos y ambos sosteniendo la mirada compartían el mismo deseo de que ella se quedará todas las noches. Y así fue, el pobre diablo conservo en su recuerdo esa noche con tal claridad que a diario repetía el mismo sueño, ella vivió en su cabeza, en las botellas vacías de su habitación, en las mañanas de resaca, en el humo de sus cigarrillos, en el playlist de esa noche sicodélica, en la promesa de que volvería, en las ganas de continuar esa historia que termino con un intercambio de números y en el abandono sigiloso en la madrugada con una pequeña nota de “nos volveremos a amar".


CORTESÍA Biron