viernes, 27 de noviembre de 2015

Kentia

Siempre la veo desde una banca de concreto, siempre con la necesidad urgente de seguirla en mis pupilas, intentando descubrir su mirada compleja, mis sueños atraídos por “una maldita flaca con los huesos bien puestos” con poca carne abrazándole el calcio, arterias como cañerías escupidas de cañerías, esa pretensión de “buscar el sabor de su saliva”, arrancarle el pellejo, curarle el ardor de las heridas infectadas,  en mi afán de narcosis, no me enteraba que mi cielo me ahogaba, en pequeños planetas de miradas, era mortal,  como el teñido de sus cabellos, como lo descarnado de sus caderas, como su color café, quiero sentir con ella esa corriente que me recorre de los pies hasta el cuello cuando la pienso como antes, antes de haberla visto, antes de besarle la mejilla, antes de escuchar a los dramáticos sopranos sobre una laguna oscura de música.