A mi lado yacía un hombre dormido
mientras la periferia de matorrales me ventilaban el pelo, el dormía plácidamente
con su cansancio, ese mismo cansancio que al parecer lo relajaba, en su mano un
periódico de prensa amarilla revelando en su portada, otras de las infinitas
muertes que se condensaban en mi pueblo, recuerdo los cultivos de soya de la
otra vez, de nuevo los acabo de atravesar, las tejas de zinc diamantadas por
los rayos del sol, me enceguecen por cierto, pues el vidrio barato del bus no
me protege del todo, las cortezas fracturadas de arboles cubrían con sombra a
los peatones, voy al mismo sitio y ya conozco el camino, es el mismo sendero
pero veo cosas distintas, hoy me destapan los ojos un resplandor blanco de
firmamento diurno, un montón de pasos que caminan, un montón de sueños que
duermen, en el despertar tardío de una ciudad que crece, angostas calles se
distribuyen en sus adversidades en un aroma de inciensos de pobreza y un
glamour de humildad pura.