Las negras robustas de mi región,
no solo son negras y robustas, sino que tienen la sangre tinturada de tierra,
los indígenas no son solo canelas del trópico y la selva, sino brebaje de las
aguas del cauca, ella no era una mujer común, era una guerrera enamorada de una
causa, una tierra, un rio, el no era un
hombre como cualquier otro, era un hombre que estaba cautivado por el rio…por
la tierra… y por ella.
Yo aun recuerdo la primera vez
que la vi, el sol le cubría la cara mientras dirigía el discurso a las masas,
estaba más hermosa que nunca, gritaba y dejaba caer su furia sobre las palabras
pues la indignación le hervía la sangre. El cabello castaño y ondulado le caía
a lado y lado del pecho, el pecho estaba cubierto por una camisa corinto
impregnada de su esencia, no tuve tiempo de detallarla aun más puesto que sus
ojos cafés me habían hecho perder cualquier rumbo que quisiera tomar. Me
trataba como a cualquier otro, me hablaba como su compañero, yo era tan solo
otro mas de su audiencia… los meses pasaron, los años también, los encuentros
fueron cada vez mas calurosos, lo lúgubre de su bomba cardiaca, cada vez se
despejaba mas, y me dejaba ver a una mujer delicada, romántica, y mucho mas
hermosa que la vez anterior.
Una noche perfumada en tabaco,
con luz tenue y las liricas mas acopladas a la integración, ella me confeso que
había sido yo “su único amor revolucionario” en ese instante, el alma se me
derritió en los pulmones, la sangre se volvía mas liviana, y ella me sostenía
levitando, con un beso bastante infraganti.
Tuve en mi mente, tengo en mi
mente, y tendré en mi mente siempre ese beso en mis labios, tendré mas tatuado
ese beso en mi, que el tatuaje que me plasme hace una semana en la espalda, la
tendré tatuada a ella en mi subconsciente, hasta que se me frene la vida. Ella
me duele mucho, ella me hizo morir y vivir en un solo instante, ella me lastima
la mente, pero como amo que me reviva y me acelere con sus opacas luces de
vida, me gusta encontrarla sin planearlo, pues igual no tengo opción, siempre
que planee verla, nunca estuvo, pero son esas apariciones inesperadas las que
me hacen esperarla aun mas, como me duele esa mujer de el carácter fuerte, como
me duele la tierra que tiene en la sangre, como me duele las aguas del cauca
que pasan por ella, las ama por ser
libres, y a mi su libertad me aprisiona, pero la dejo correr por que es tan
grande que ya no la llevo dentro, sino fuera como una excitante esperanza de
volver a amar, o mas bien de volver a amarla.