Con una pelambrera sádica, unas
pieles tímidas revoloteaban como danzas entre lazos musicales fuertes,
abanicando las fibras terrosas de su hostilidad. Yo mientras, mirándolo con carnalidad azarosa. El con un
mundo de misterio tras esos anteojos,
las formas nada llamativas de su cuerpo me llamaban mas a la búsqueda, mas allá
de un músico sobre escena, era su miedo al mundo lo que me hacia pensarlo, y
recordarlo en aguas de abuela, en folklores de padres, en historias de salsa, el bañado
por el asfalto de Linfa, proveniente y nacido de sus andenes… yo
adoptada por sus paredes, perfumado por la polifonía, mutado en músico,
constructor de rebeldía, seguidor fiel de vampiras, carroñero del dolor, lidiador
de las jornadas, oyente de mis habladurías, lector de crónicas, lector de mis
pensamientos, lector de su historia, de la mía, lector de su invisibilidad visibilizada por mi.