jueves, 3 de septiembre de 2015

Siloé

Llegar al frio más caluroso, las pieles engrasadas de camiones de mercado, donde todos los niños entraban al “inter” por los encargos de sus madres, allí empezaba mi travesía, esperaba con un cigarrillo el viaje que del palo me conduciría al sector conocido como la sucursal, dimos la vuelta al diablo, los arboles de flores apestosas en rincones de la vía conducían el viaje, un pequeño lugar donde no entraba el trasporte, donde las tierras naranjas manchaban las vestimentas, donde la tierra solo daba maleza,  tierra de nadie, tierra del pueblo, ancianos, niños, mujeres, hombre y animales que se perfumaban en humildad,  el vapor de plomo se aplacaba con una bondad bañada en sangre, la mala imagen los había hecho un estigma corrosivo, pero su humanidad los había hecho fuertes…
Baje del pequeño camión que en un debido momento sirvió a la patria,  ya allí en el billar que quedaba en la esquina, di la vuelta hasta una escaleras que descendían hasta un caño que me trasportaba siempre a mi infancia cuando mi abuela me llevaba de la mano por entre las calles sin pavimentar, a los ranchos de lata y esterilla donde mi papa y mi mama se conocieron, hay mi siloe, no eres mío, no eres de nadie,  nunca viví en tus tierras pero provengo de ellas, un monte urbano iluminado por mi Cali, donde solo tú me observabas asustado.

Llegue al pequeño paso, un puente hecho hace mucho donde daba paso a otras escaleras idénticas, donde se dividían las calles, donde se dividían las gentes, donde me perdía yo en sus oscuras calles, y aparecía de repente en los más hermosos despertares del planeta, donde tu indignación me llenaba de valentía a flor de piel, para estallar en las causas de nuestra gente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario