lunes, 18 de mayo de 2015

Espoleta

Empecé mi camino temprano como de costumbre, sus pies eran tan pequeños, tan delicados, no maquillaba sus uñas pues rara vez se les veía,  seguí por el sendero de sus piernas doradas largas y calientes  al llegar a una enredadera de estrías y  cicatrices que le rodeaban la cadera al igual que parte de sus  muslos, ella un poco apenada pues pensaba que eso opacaba el resto de su ser; eran líneas que perturbaban  su perfección pero mi lengua las apaciguaba, para darle a entender directamente a su piel, que su belleza era absoluta. Un vientre firme delineado con dos sombrías líneas a los costados, y una cereza de ombligo que seducía a cualquier espectador, una cintura tan angosta que con mis manos sujetas casi le daba la vuelta, ese plano valle de su abdomen renacía en dos colinas, unos senos hermosos, pequeños, y cómodos a su ectomorfa figura, perfectos… perfectos para mis labios, mientras mis manos conquistaban terreno en su espalda, exhaustas por el recorrido  descansaron en dos agujeros construidos por las formas de  su espalda baja, volviendo a mis labios que descendían apresurados de las colinas a una  bahía, esa clavícula tan delicadamente cubierta con una piel muy suave, una clavícula huesuda y áspera a la vez,  que desembocaba en un cuello que solo provocaba besar hasta el Armagedón, largo, delgado, estilizado, elegante… ¿Cómo una parte de su cuerpo, una tan simple, me hacia desearla tanto?

Tome su mentón  y lo eleve al cielo, observe la llanura plena de su belleza por completo, todo el terreno recorrido hasta ahora, todas las tierras que había conquistado, pero aun debía batallar en ese puente por su piel, le bese el cuello  hasta que un rastro húmedo la cubrió, ella respiraba apresuradamente, yo también lo hacia, su cabello negro  de latina, caía sobre un almohadón de lino blanco, que descubría su rostro caluroso por el presente encuentro, mordí su mentón el momento lo ameritaba, a lo que ella abrió  un poco los labios, labios que parecían arrancados de afrodita para ser dispuestos y obsequiados a ella, con un leve tono rosado, delgados, que abrían la puerta  a una lengua inquieta, aprisionada por siglos, desnuda de miedos, dispuesta a todo… sus ojos para mi eran un misterio, una amplia cortina de pestañas le cubrían las pupilas, solo fue hasta que mordí tan fuerte sus labios, que soltó una ráfaga de viento y un ahogado gruñido, que abrió los ojos y los fijo en los míos,  fue allí,  justo allí, donde me perdí totalmente, pues todos sus paisajes ahora se habían convertido en minucias, en un agujero negro que me atrapo, ese par de joyas cafés, me extasiaron sin fin, podría perderme días y horas en su pecho, en su vientre, piernas y no conseguir nada, pero en esos ojos podía extraviarme por años y vidas, y encontrar pronto el punto donde el cielo y el infierno se confabulan. 

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