viernes, 19 de diciembre de 2014

Neblina (Daniel)

No acostumbraba de desbabar  por una mujer, tal vez por que mis estándares y gustos no eran como lo de los demás, el dulce, la glucosa blanda de la belleza de una mujer, ese olor carameloso y floral era...era...era basura, como lo dije mis gustos no tenían comparación, yo buscaba una mujer de piel cítrica, de pensamiento fuerte, una ninfa que estuviera dispuesta a domar a este león... me gustaría creer eso, pero no, yo mas bien era dócil, sumiso, gris, solo aguardaba el momento justo para desgarrarme, arrastrarme, sacarme el corazón aun palpitante y darcelo a ese exquisito y desconocido cuerpo femenino.
Soñaba, me imaginaba, anhelaba una mujer así, pero soy realista había una probabilidad, de sentarme a esperar y morir mientras lo hacia,  yo, yo era ignorado por todos, y por todo, cualquier dama se mostraba esquiva ante mis palabras, mis caricias no eran placenteras para ninguna, y ninguna era ella, y ella quien sabe si existía, y si existía, no tenia ni un destello de idea de donde estaba, mis deseos eran menospreciados a diario, mi cuerpo se descomponía, no tenia por que luchar, pronto empezaría a desatarse el olor putrefacto que se desprendía de mi ser.
Una tarde  paso, era una mujer muy bella el hecho es que  nose como inicie, hable con ella, resulta que trabajaba muy cerca de allí y jamas la había visto, desde entonces todos los días empezamos a hablar 
fue cuestión de días para caer ante ella, mis sentimientos se derrumbaron de bruces, la carne y el hueso era lo único que me pertenecía, ella  ya era dueña de mi alma, fue cuestión de semanas para que ya ni mi carne ni mi hueso me perteneciera, y al cabo de un mes, yo ya no existía, no era mas que una posesión de ella. Ese enamoramiento tan radical me hizo muy feliz me elevo hasta los limites mas indescriptibles posibles, pero el volar muy alto, hace que la caída sea mucho mas suplicia y dolorosa, ella desapareció, dejándome como al inicio.
Los años pasaron, lo ultimo que supe de ella era que era muy feliz en el calor de otro hogar, en los brazos de otro hombre y en compañía de su faceta de mujer poderosa, ¿ella era la indicada? si lo era, o al menos eso pensaba... salí como de costumbre sin rumbo fijo, asesinando el tiempo para después caer en el ahogo vecino de la piel de una dama, pero al parecer la piel latente y encendida de una dama me rapto a mi.
estuve en esos lugares donde la luz es opaca, el humo del cigarro es mas intenso que el aire, la brisa solo acaricia la piel del torso desnudo de damas sin anhelos, allí estaba yo, cuando ella atendía a los ebrios que le daban propinas por su atención, ella... ¿ella?...!ella¡ ah ella, vestía cómodamente dejando a la vista  la linea de sus senos que se asomaban por un escote triangular, saltaba a mi imaginación la pequeña cintura de ella y la piel que camuflaba el delantal, su cabello negro, sus ojos oscuros, nada mas que una latina en su esplendor, lucia ligeramente sofocada el sudor ahumaba su piel, y los labios, esos labios tan ardientes, destilaban fuego puro... estuve durante horas observándola esa noche, espere, y espere, a que la noche falleciera para que su turno acabara y poder abordarla sentir su voz al menos. Salí del bar y  me senté justo al frente del portón, cuando ella salio, la brisa helada de  la madrugada, acariciaba su pecho, y erizaba sus vellos, -disculpe, ella giro -¿que desea? me dijo, -¿tiene mucha prisa? le pregunte -¿quien no la tiene hoy en día? agache la mirada, a lo que ella dijo -pero si me invitas un café creo que no tendría prisa, mientras sonreía, accedí temeroso, nos sentamos en un tronco a beber con  cuidadosos sorbos  el café,  mientras mi corazón quería estallar en medio de sus piernas, y que su pecho de derramara en mis labios, esa mujer era la guerrera mas perfecta desafiante, solitaria, rustica, pero esplendida, hermosa, irradiaba rayos tétricos, era una raresa, sus ojos eran penetrantes, su mirada esa como puñales clavados justo donde fijaba la pupila, resulta que por ese sentido de aventura que nos embargaba a ambos terminamos envueltos en mi cama, las tinieblas de su aliento cubrió mi piel, la nebulosa marcada por su cabello me atrapo, los bramidos de pasión enloquecía cada una de mis células, activaba cada uno de mis poros, y mi torrente sanguíneo desataba fuerza, esa sensualidad, y felinidad no eran mas que el motor que encontré y no dejaría ir así por así, mi lengua se introdujo en cada espacio, cada lunar, cada cicatriz, era mi forma de agradecer, lo que ella había logrado en mi, no me pidió nada a cambio, como las mujeres del pasado, y me había dado todo sin exigirme algo, cada gota de sudor elimino el sufrimiento, y heridas que llevábamos puestas desde hace tanto, nos habíamos vestido con la cara ingenua los últimos años, sabiendo que de ingenuos no teníamos nada, la vida se había encargado de arraigarnos  al dolor, ese día sus caricias desprendieron mi piel y con ella, mi vida pasada.

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