Una brisa helada que atravesaba lo plano
de las tierras, tan solo unos ojos opacos servían de luna, un
cielo limpio y flamante era el percusor del frió, la tierra
como soporte de millones de palabras que palpaban un sin fin de sueños de
carne, con sabor a cobre y cuero, unas miradas que conectaban ideas fantasiosas
y reales como la vida misma, una química que cosía sus atracciones con el
parafraseo pintado por humo y café amargo...
Una saliva sin probar se posaba frente a
mi, en cautiverio mi pecho se encerraba en un camisón corinto, y las piernas
cobijadas por un pantalón cobalto, queriendo mandar las telas que me cubrían al
abismo del frió, o por que no al lado de las de el...
queriendo devorarlo a labios, y besos
perniciosos, como me gustaría verte de nuevo y pronunciar todo esto con las
legiones de piel, y recrear poesía que se ha escrito en diálogos, una
poesía del tacto y cercanía, comestible y entrañable, luchadora y vencedora así
como la homilía con la que empezó todo (...)
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