miércoles, 23 de noviembre de 2016

Surt

Conocerlo fue como navegar al tiempo donde los sin rostro me hipnotizaban, descifrarlo fue saltar la última trinchera, fue internarme a terreno desconocido, atentando con mi cronos.
El, nacido del vientre, criado por el amor, sobreviviente del mar escarlata, vividor de los días, león de acero, maestro del pixel, ciento sesenta centímetros de provocación, una piel rustica, caliente, buscando la necesidad del frio, condensada en un montón de vellos confundidos, unas piedras por ojos, universo perdido en medio de muros, subvalorado por sí mismo, un poder invisible lo ha de regir, nuevo miembro de mi panteón, despreciado, desafiante y temeroso.
Con el aprendí que la melodía nostálgica no siempre es acústica, que los dioses no solo se plasman en aires y tintas, el me ilustro un cielo por encima de los mismos,  que los ángeles también gruñen, y los demonios lagrimean de felicidad. La herencia genética es su tesoro más grande, es su elección vital, su pasión es un espejo de carne, su reflejo es  símbolo de  redención, las féminas la lleva en la sangre y las pieles no son su fetiche.
Seducir a este batallador de oficina, es complejo, la esencia es lo que le mueve fibras nerviosas, la sorpresa y el entendimiento son el fluido de su cianuro. Se le han clavado en espinas al caminar, y se le ha cuarteado el corazón en el levante.
¿Cómo llegarle a los defectos sin corroerle la belleza? ¿cómo tocar sin manchar? ¿Cómo saltar sin caerme?  Él es  un tipo de sensibilidades no de follajes, no necesita estructura común, recauda gemas anónimas las valoriza como rupias, rival de la suerte, pésimo creyente, pero amante de sus mundos.

Con su gracia desteñida me ha cautivado, es un mar de tormento sin tragedia, agitado por sus prevenciones personales,  su compañía precoz deja un estigma fantasmal en mi iris, pues su nombre y existencia me hace confiar sin medir, así que lo acompañare hasta que él quiera, hasta que el hambre me evapore sobre él, hasta que el esfuerzo por sacarme de su mente sea grande, hasta que el encuentro se formalice con  la visión, o hasta que su cara dibuje una sonrisa frente mio.